Me considero un hurtador profesional, ya que soy un pobre campesino, que ante las Iglesias me muestro esquivo. Mas de toda voluntad, siempre congraturo a la Gloriosa Virgen María inclinándome ante su majestad, diciendole; " Gracias, Ave María" . Por el don de la vida, lo cual me dió la salvedad. Resultó ser un mal día, en el que las malas lenguas corrieron, y como se suele decir; "echada la fama, échate a dormir". Pues fui acusado de un delito que no cometí, de profanar y destruir con actos impúdicos, las Vírgenes del Altar Real. Cuán más oigo los cargos, más me encono. ¡A quién en su sano juicio se le ocurriría acusarme de actos semejantes! ¡Profanar a mi Virgen María! Ante la justicia me llevaron, para la horca, donde la soga atado me tenía. Alzándome de tierra, nada me quedaba, pero un milagro de mi Virgen me salvó. Ésto duró tres días. Creyendo haber dejado flojo el lazo,me intentaron degollar, pero de nuevo mi Virgen, interponiéndose me salvó. Dejaron de insistir, y viví hasta que Dios quisiese, apartado de folía.
Miguel y Javier