Las manos entumecidas por el frío me temblaban en la cubierta del libro, finalmente me armé de valor, y quebrantando los votos fieles a la Iglesia, deslizé la hoja de pergamino. Ante mí, un centenar de pequeñas hojas agrietadas y descoloridas, esbozaban números, ambigramas, ecuaciones y órbitas elípticas. Todos ellos de imposible compresión, pues el italiano no era lo mío. Mis ojos centelleaban con fervor entre las páginas, irradiando cierta lujuria. En el folio cinco, en la parte superior derecha, una arruga me llamó la atención. Cuando mis temblorosos dedos la intentaron alisar, comprendí que no era otra cosa que una línea, de letra diminuta y casi ilegible. Rezaba en castellano;
-"La senda de luz, secreta prueba"-Con múltiples giros de noventa grados, descifró los restantes versos del poema:
Earth, Air, Fire, Water. Son los altares de la ciecia, los cuatro elementos. |
en el agujero del demonio.
Cruzando Roma esos místicos
cuatro elementos se revelan.
La senda de luz, secreta prueba.
Que ángeles guíen tu búsqueda."
En esa misma página, un ambigrama desconocido me llamó la atención, "Illuminatis" atestiguaba. Mi curiosidad iba en aumento, todas las noches antes de plegar, dedicaba tiempo a la búsqueda de la explicación de aquel ambigrama. Cierto día, tras horas en vela, leyendo los pocos libros de ciencia, encontré una posible explicación a su dilema. "Illuminatus, término que identifica a los miembros de la secta satánica más emblemática de los tiempos.Su característica fundamental es la infiltración. A la cual pertenecen importantes hombres de ciencia, como Galileo Galilei, Leonardo Da Vinci, Gian Lorenzo Bernini..."
Mi cara somnolienta esbozó una mueca de sorpresa.
Hombres en los que la Iglesia de Dios confiaba, protegía, cuidaba, estimaba... Otro artículo argumentaba mi sorpresa: "Los Illuminatis proclamaron la guerra a la Iglesia, por los actos despreciables de la Iglesia; la purga, grabados a fuego el símbolo de la cruz a cuatro científicos o la inquisición..."
Exhausto por la lectura, mis sentimientos sobre la religión se derrumbaban por momentos...
Miguel Moniente y Javier Sanz
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