Como no había numeración los que llegaban primero tenían mejores vistas de la obra, en las puertas de entrada había unos apretadores que eran los encargados de apretujar a los espectadores o a las mujeres con sus voluminosas sayas y faldas para que cupieran más. La gente estaba ansiosa por conseguir un buen lugar de asiento.
Este tipo de representaciones teatrales no eran gratuitas por lo que en esta época de crisis seguía habiendo pícaros que quería entrar sin pagar.
El ambiente era muy ruidoso debido a que no había empezado la obra y la gente llevaba mucho tiempo esperando, pero cuando terminaba la función el todo era muy agradable.
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