Cervantes, con su gran frente, despeja el camino entre el Renacimiento y el Barroco. Sus preocupaciones peinaron las entradas de sus sienes, dejando al descubierto sus prominentes orejas. La guerra, signo de tristeza y miseria, le dejó una mirada fría, apagada y seria, a juego con su pálido rostro. Su bigote, a medida, ocultaba una diminuta boca con gran melancolía. Con su nariz aguileña, Cervantes demuestra su gran personalidad, criticar la literatura de caballerías en aquella época es signo de su gran pensamiento.
Víctor y Kevin
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