Yo, Jerónimo, pastor por herencia, pasaba los días en mi solitaria cabaña, a las afueras de Castilla. Me levantaba al alba, coducía a mis ovejas durante el amanecer. Al mediodía, me sentaba en los prados húmedos por el rocío a comer unas migas, a beber de mi porrón. Pasaba el día con mi perro Pavía y al atardecer, a mi cabaña volvía. Recogía el rebaño, y así todos los días. Hasta que un buen día, sentado alrededor de la hoguera inhalé ciertos humos y una visión contemplé. la Gloriosa Santa María, diciéndome; "Varón, ¿Por qué seguís en esta disensión? En mi creendero debe recaer la lección" Dándome un mensaje al punto ejecutado.
Días después, me llevaron a la catedral, y me sentarron en la silla del obispo. Y así fui nombrado obispo, aún sin saber por qué.
Miguel y Javier
Me recuerda esto a Sancho Panza como gobernador de la ínsula Barataria. ¿No estáis de acuerdo?
ResponderEliminarMe gustaría que escribiérais algún artículo sobre ello. Quizás Cervantes también encontrara en Berceo la inspiración.
Gracias.